Cartas que se perdieron


Me llamas al silencio por Whatapps y me dices que te escriba por mail porque te escribo bonito. Creo que ha sido la manera más sutil de mandarme a la mierda como has hecho. Por eso no tengo dudas si estas bellas palabras que escriben mis manos, lleguen a tu vista. Entiendo lo que dices. Llevas razón. Supongo que al final hago la tonta pensando en otras historias. Si, ya sabes, me voy de mambo a veces. Solo que de verdad eras esperanza en mis días. Me daba ilusión de amor sentir tu voz. Ya me conoces, hasta estas palabras están de más. Pero no hay manera, si te rompí el corazón como remediarlo. Sin embargo, hace un rato pensaba la noche que nos conocimos. Me dijiste me voy. Te diste vuelta y empezaste a caminar sola. Fueron segundos. Si te dejaba ir. Después de todo aquello era un caos. Si iba tras de ti. Después de todo aquello parecía realmente una historia de amor destinada a vivir. Es muy difícil llevarse conmigo. Tengo toda clase de manías, defectos, adicciones, conductas destructivas, etc. Pero así como las tengo las combato. En ese campo de guerra aprendí de los amigos a ser mejor persona, en todos los sentidos. Los amigos ya no están, o más bien quedan pocos, pero la intención es la misma. No pensé en el daño que te provoqué. Creo que ya te he pedido disculpas por ello pero no serán suficientes. Quizá el tiempo ponga en orden mi vida y pueda ser alguien en quien confías. Ya no te pediré que me digas que me quieres. Vaya si me da vergüenza verlo ahora. De todas las formas que lo intente, escribirte o no, mandarte mails o no, quiero que sepas que ya entendí. Quizá estás sean las últimas palabras de ese llamado al silencio que tanto duele. 

 

Las palabras entran en un embudo, como si fuera mi corazón, y salen en cuentagotas. Algunas palabras las puedo retener y pedirles explicaciones, pero la mayoría corre a su aire. ¡Por qué no hablan? ¡Por qué no pueden decir este cielo es azul, aquella tierra, negra, ese horizonte, verde? A veces puedo intuir el motivo: cuando llega el amor, aquel del que no puedo hablar, arrasa. Arrasa como río abajo desde la montaña, se lleva todo lo puesto, ese cielo verde, aquella tierra azul, esos ojos negros. Pone patas para arriba la certidumbre, deja a la intemperie la materia, permaneces en silencio. Entonces nada de lo que aprendiste hasta ahora sirve. No hay brújula que ordene las palabras. Van y vienen por el corazón dejando huellas invisibles. Porque el amor es invisible, ya lo dijo el Principito, y tampoco responsable. Él es quien manda y dice esto es poesía ¡acaso no lo puedes ver? ¡Necesitas palabras en orden para entender lo que nace del corazón? Necesitas ojos de científico para probar que cuando late la vena al oír tu nombre es amor? ¿Qué clase de necio eres que no comprendes el amor? Ha pasado tiempo desde que le di clic Me gusta a tu perfil y soñé con hacer realidad el guión chica conoce a chica. Entonces tuve el valor para ponerles palabras a lo invisible. Hice de tu cuerpo la biblioteca con todas las respuestas. Sabía adónde iba, tenía la seguridad de amar. En esa seguridad me quise quedar y pequé de sabía. Se me rompió el castillo y cayó la pena. Se fueron las palabras y estoy perdida.

 

 

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El compromiso es escribir todos los días. Para eso hay que echar mano a los recuerdos. Salí de casa como salí muchas veces antes a la ciudad. La ciudad es un monte de cemento que abandoné tras la muerte de mi padre. Volví para las sesiones de radioterapia. Años más tarde vuelvo a llegar a la terminal de aquella ciudad para conocerte. En la terminal de buses nada es lo que conocí.  En la plaza de comida no hay sillas ni mesas. Los chicos de las tiendas llevan tapabocas. Pocas personas circulan por el shopping. Falta el murmullo de la multitud. Es tiempo Covid 19 pero no me entero. En el pueblo de dónde vengo, llegan reflejos de los reflejos. Tomó un taxi que me lleve al Mc Donalds de 8 de octubre y Propios. Te espero en una esquina que ya no existe pero tu llegas igual y eres nueva.  Me buscas con la mirada y me encuentras. No soporto esperar al café que no llega para tomar tu mano. Me dices que soy atrevida pero si alguna vez la piel habló, la escuché esa noche, en una esquina que ya no existe de la ciudad que desconozco. Para escribir hay que echar mano a los recuerdos que hacen latir el tuétano de la memoria. Puse mi mano en tu rodilla de la misma manera que el antiguo poeta seduce a su amante un siglo atrás. Para escribir hay que soltar las estrellas y girarlas a tu paso. Basta echar luz sobre tus labios para que hablen los recuerdos y los escriba el poeta. Entonces tú dices, de qué va todo esto? Todo esto para decirte para decirte que salí de casa como salí como muchas pero volví para volver. Ya sabes, como Sísifo.  

 

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Día tres

 

Dices que esto es imposible. Es jueves de una noche de lluvia feroz. Me dices que no tienes clase. Me dices que no tienes madre ni cultura a través de una hermosa canción que no conocía pero ya amo. Me dices lo que quieras y solo tengo orejas para ti. ¿Sabes? Quizá no lo entiendas, quizá no he sido clara, quizá lo disimulo. Pero una persona que despierta y amanece en tu cuerpo, abrazada a ti, pegada a tus caderas, respirando igual, con el corazón acompasado, no puede olvidarte. ¿Sabes? Creo que te lo he dicho, no quiero volver sobre el mismo rollo, cuando sufres al borde de la muerte, nada de lo que vuelves a sentir es igual. Ya no lloras al primer desencuentro, ya no tiemblas al llevar tu mano al corazón, ya no queda minuto para la tristeza. Volví a la ciudad para amarte. Rompí aquellos miedos tan diminutos que hacen de tu vida una prisión, salí el eje de mi madre. Quizá no lo entiendas. Ni lo tienes que comprender. Solo que cuando una vive mucho tiempo abajo de la pata de otros, ya sea por miedo, falta de estima o lo que sea, el despertar, eso de abrir los ojos solo para amar, te devuelve a la vida de bajo tierra. Subes. Subes a las nubes donde el reino de que tanto anhelas gobierna. No quieres bajar. Piensas que puedes permanecer hasta morir otra vez así. Pero te levantas y bajas. Al bajar caminas como todos los días por las mismas calles. Incluso intentas creer que nada de lo que has visto es real. Vuelves a los mismos amigos, las mismas costumbres, distintas notas. Solo para mirar atrás y ver a la mujer que amas caminando hacia ti, diciéndote ven, ven pero dices esto es imposible rozando tu labio con el mío.       

 

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Día cuatro

 

Es la hora de parar. En mundo, tan extraño que nos toca vivir, reservar un tiempo para escribirle al amor es un privilegio. Cuando empiezo voy con una idea para desarrollar, pero luego caen las palabras que no dije durante los días amontonados en mi teclado. Parece que quieren ganar lugar y me dicen: oye, vete a drogar hermana mía, busca esa raya que te coloca, fuma ese porro que te olvida, ven. Muchas veces caigo. Oh Dios, solo él conoce las veces caigo y me levanto. Intento de muchas maneras evitar la evasión. Mis intentos son vanos. Los programas no funcionan. Pero un día ves la luz en el fondo negro. Un pequeño y diminuto reflejo del sol que brilla. Y aquello diminuto toma la forma de un cuerpo, hace carne, aterriza. Cuando llega todo ese mundo extraño queda a un lado de la calle. Del otro lado de la vereda.  Entonces el sol abre la grieta. Tú estás de un lado y yo del otro, pero tú, si tú, de qué lado saltarás? Es la hora de parar. Afuera el viento trae otra tormenta. Otra noche más en el insomnio de la lucidez. Oye chica, deja todo esto y vete a fumar. Solo Dios sabe lo que sufrí. Pero tú dices te quejas mucho y tienes razón. Lo siento. Mi vida era dulce y recuperar la alegría cuando la pierdes, oh dios, qué cuesta arriba se me hacen los días todos. Entonces, otra vez sucede, no sabes cómo lo activas, si es una realidad virtual o por fin conoces el amor y lo sientes. Es algo que siente el cuerpo, no la mente. Entonces vuelves a ver la luz, aquel brillo lejano en el fondo negro. Vuelves a caminar hacia él. Escuchas todos los gritos que gritaste en tu vida pero callas y levantas la vista. Caminas hacia delante, por fin hay luz en toda la habitación, has encontrado el cuerpo, ahora ya sabes dónde por fin descansar. Entonces descansas y duermes como hace años no lo hacías. Te levantas y el día no es el mismo día del lunes anterior, es un lunes de madrugada, en tu cama, en una ciudad que ya no es la mía, con los celulares marcando el minuto de mi partida, con la piel hecha cebolla y el amor hecho mil veces. Pero debes partir y te vas corriendo, miras hacia atrás, y atrás estás tú, levantando tu mano, con el niño en la  otra, no te drogues más amor, no te drogues más, no lo haré más, no lo haré más. Pero Dios sabe, oh si Dios, que si me alejo de la grieta, es para conocer el amor.         

 

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Todo lo que sube baja. Lo nuestro subió y bajó. Nos dijimos palabras duras.

 

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Me dices que escriba. Me digo que edites. Me preguntas si tengo idea si es cuento o novela lo que tengo entre manos. Te digo que no tengo ni idea. No sé si tengo vocación de novelista. A la hora que llego a escribir ya es muy tarde. Me dices que lea el Werther. Tengo malos recuerdos del libro estrella de Goethe. Tengo problemas con su final. Eso del suicidio, además de tocar un tema tabú, no va conmigo. Estoy demasiada aferrada a la vida aunque no parece. Me preguntas si es novela. Pero yo solo pienso en cartas.  

 

Me vuelves a escribir. Escribes poesía para mí y me pones en las nubes. Te decía la verdad, pensé que no me buscarías más. Que aquello que fue pasión unas horas está destinado a la extinción. Y sin embargo me escribes mi amor. ¿Qué puedo hacer yo entonces? ¿Tomar cerveza alegría mientras mi madre espera un pronóstico igual al mío? Cáncer de mama otra vez.

 


 

1 de octubre 2020  

 

Hace unos días recibí un precioso mensaje tuyo. Me llamabas amor. Reina. Me decías en breves palabras lo que siempre quiero oír. Especialmente si vienen de ti. ¿Qué novedades hay por aquí? Por fin me hice los exámenes que tenía atrasado. Pero entre medio resulta que a mamá le detectaron un bulto y lo están estudiando. Estoy abatida. Y la conciencia de la culpa de los asuntos no resueltos con mi hermano. Mi consumo destructivo y mi lucha incansable. Mis sueños de despertar una mañana y que todo sea luz. Que mi madre cocine. Mientras me contengo por no llorar. El COVID 19 por fin llegó a la ciudad. Todavía la gente no comprende el grado de vulnerabilidad que sufrimos los que estamos abajo . A mí se me caen las lágrimas. Pero no debo apurarme. Creo en Dios y me duermo rezando. La esperanza es lo último que pierdo. Así que seguiré haciendo lo que sé hacer. 

 

Me dicen que tenga esperanzas, que el proceso de la enfermedad de mi madre depende de cada día. Cuando me dicen esperanzas a menudo piensas en Dios, pero no pienso en Dios, pienso en ti. Ahora es un día maravilloso, de esos en lo que suena What a wonderful world, el cielo es azul y los árboles están florecidos. ¿Conoces el ceibo? Tiene una flor roja. Es el color de tus labios cuando me besaron. Me hablan de esperanza y pienso en ti. Me dicen que tenga sueños y mis sueños son los mismos que tuve años atrás pero si lo pienso contigo todo toma su nuevo color. Colores más bellos que el arcoíris. Más bello que lo que puedo imaginar. Aun así sueños y esperanzas se van por la nariz en este día maravilloso que mi madre fue al doctor. Tengo todas las drogas a mano. Tengo todo el poder en el teclado cada vez que escribo los sueños. Estoy sin esperanzas pero apareces tú. Vuelve de nuevo la esperanza que no conozco. Me dicen que escriba, como si fuera una máquina de escribir pulsada por alguien que dicta las palabras. Me dicen que para de hacerme mal. Pero para mí es amnistía. Me dicen que tenga esperanza y la esperanza eres tú. ¿Qué harás tú por mí cuando no sea nada y sea el caos?  

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