La memoria de los días

Quisiera escribir las memorias de estos días. Quiero que no se escape detalle ni esperanza. El afán es exquisito. Pretendo recordar lo que todavía no he vivido. Quisiera recordar aquí la luz de esta tarde de verano, en particular cuando sus rayos atravesaron el árbol de puntas rojas que tiene mi madre en el jardín. Tuve la suerte de tener mi cámara a mano y grabar el momento. Pero ya todos sabemos que no es lo mismo. No puedes oler ni sentir el agua de la manguera regar la tierra. Aun así hay manera de acercarse a través de la palabra. La hora no importa. Ni los días. Ni los años. Pretendo escribir lo todavía no escrito. Por la calle de casa bajan las estrellas si miras al cielo. Tan simple con alzar tu cuello. Pero nunca lo haces. Lo haces por última vez. Recuerdas cuándo bajaste de Machu Pichu en un camión de golosinas un domingo por la noche? Ibas parada sostenida por el techo del camión por donde se veía el cielo limpio, largo y eterno. Recuerdas qué sentiste? Sentiste la posibilidad exacta de morir y de ver el cielo por última vez. No te importó la mochila ni el dinero. Entonces rezaste. Rezaste como niña en la iglesia. Alzaste el cuello y todo estaba en su lugar. Las estrellas que miras ahora son las mismas que miraste antes. Pero no existe dios en esta parte. Entonces ¡tienes fe? Supongo que tengo esperanza. 



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