Los teros
Lo vuelvo a intentar. Aquí mismo vamos a detener el tiempo. Para eso voy a tomar cada palabra que dije desde la mañana a la noche para hacerla espuma y dejarla ir. Hoy es un día para olvidar si no fuera porque al amanecer, un millón de teros furiosos cantaron en mi ventana. No sé si estaban en mi jardín o en el de mi vecino, pero sonaron tan cerca que puedo asegurar que volaron por mi techo y pasaron muy cerca de mí. Por ahí dicen que cuando los teros cantan, piden agua. Lo cierto es que momento después se largó la lluvia. Permanecí en la cama hasta que el olor a pan caliente de la panadería me sacó de allí. Siempre duermo más de día que de noche pero aun así me despierto para desayunar pan con manteca. Los teros piden más agua. La calle estaba vacía y no hubo motor que los detuviera cantar. Agua y más agua. Entonces entendí que no había otra manera que detener el tiempo. Dejar lo que los teros pidan agua. Impedir por todas las formas que salga el sol, quizá taparlo con un dedo, hablar de otro tema o cerrar los ojos. Detener el tiempo para que siempre los teros canten. ¿Me entiendes?
Comentarios
Publicar un comentario