Los primeros días

Voy a volver a los primeros días. Allí encuentro la fuente que da sentido a la memoria. Estoy en los brazos de mi abuelo, puedo sentir el olor a limpio de su camisa. Me lleva a la piscina. Abajo del árbol de moras permanezco a la sombra de todos los miedos. Todavía no camino, estoy aprendiendo a gatear. El sol es una luz muy clara, llevo puesto un gorro blanco.

Ya terminamos de almorzar, los mayores tomaron té con limón. Mi padre tiene un auto negro que recuerdo pensar que se parecía mucho al auto de la bruja de los 101 dálmatas. A ella sí que le tenía miedo. Los asientos son rojos y me sientan atrás. Mi hermano me pellizca. Vamos al arroyo a pasear.  En el arroyo descubro el sabor de los macachines rosados. Luego viene la siesta, la oscuridad de la habitación, la abuela a mi lado, la imposibilidad de salir a jugar con mis amigos. Mis amigos eran tres vecinos, Laura, Pamela y Gabriel.

Laura es rubia, de ojos azules y mucho más alta que yo. Ella me enseñó que lo más importante en el mundo no es el aire sino el dinero abajo del sauce del jardín de casa. También contó que el Niño Jesús son los padres. Estábamos en el zaguán amarillo jugando a los ladrillitos. La revelación no me causó sorpresa. Algo intuía. ¿Por qué los mayores nos llevaban a la plaza a medianoche? ¿Por qué nosotros no podíamos ver a Jesusito naciendo y ellos sí?

Pamela tiene los ojos marrones como los míos, pelo negro largo y una figura muy finita y alta. Por eso siempre está al final de la fila en el colegio. Sabe dibujar mejor que todos. Un día me dibujó una rana y me pareció perfecta. Pero las abejas de las flores en primavera la pueden matar si le pican el cuello porque ella es alérgica. Entonces nos mantenemos lejos de ellas y las vigilamos. Jugamos en las piedras del jardín y armamos una ciudad que gobernamos los cuatro. También hay dos perros collies más grande que nosotros pero muy cariñosos. Siempre están cuidándonos.

Gabriel es rubio, de ojos azules y para mí es todo un príncipe de Disney. Es el más pequeño de la tropa. Recuerdo quitarle una carroza azul, arrepentirme y devolvérsela. Recuerdo nuestra obsesión por hacer casitas donde vivir como si fuéramos los dueños. Recuerdo mis manos en el barro cocinando. Recuerdo atar su bicicleta a un poste y proponerle jugar una carrera. Recuerdo como la bici frenó de golpe y cayó al piso. Recuerdo que le dolieron los huevos. Recuerdo otros recuerdos que prefiero congelarlos por ahora y derretirlos en su momento. Recuerdo que éramos felices hasta que se mudaron muy lejos de casa. El día que visité a Gabriel en su casa nueva aplasté una araña y salieron un montón de arañitas. Recuerdo el pez que alimentaba Gabriel. Lo miramos largo rato y un día murió. Recuerdo que fue la última vez que fuimos amigos. Luego crecimos de golpe.

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