Un viaje corto al pasado
La aldea de Tulor es el conjunto habitacional más antiguo conocido en América del Sur. A primera vista, son círculos sobre la arena del desierto chileno que nada atrae al turismo que visita San Pedro de Atacama. Es que las 90 agencias de turismo que operan en el desierto no promocionan este lugar. Es muy barato alegan. A poca gente le interesa ruinas arqueológicas. Parece que el atractivo es conocer la Laguna Cejar, por ejemplo, ojos de agua salada donde puedes flotar como en el Mar Muerto. La guía que nos lleva por Tulor, confiesa que le gustaría que más turistas llegaran aquí.
Los pueblos fantasmas abundan en el desierto. Cientos de años atrás los primeros hombres que habitaron América, desarmaron sus casas circulares, abandonaron el cementerio bajo el chañar y se instalaron más cerca del valle de lo que hoy es San Pedro de Atacama. Entonces vivían en ayllus, pequeñas comunidades familiares sedentarias, dedicadas al cultivo de papa, quinua y trigo y la cría de llamas, animal clave para el desplazamiento en el desierto. Fundaron Sequitor, donde todavía cultivan y viven en una invisible continuación del origen. Más tarde, ya conquistados por los Incas, llega la Conquista española y la masacre de los pueblos autóctonos.
Por la calle Caracol camino. El polvo del desierto seca los labios hasta quebrarlos. Las agencias de turismo ofrecen sus novedades. Los tours incluye desde ver el atardecer sobre el Valle de la Luna, desayunar en los geiser de Tatio, conocer las lagunas altiplánicas, ver flamencos, comer carne de llama en el caserío de Machuca, -un pueblo abandonado en el altiplano-, termas en la altura, noche de estrellas y cabalgatas por la zona. Pero mis pasos me llevan a Tulor donde están los míos que ya se fueron.
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