La muerte y la verdad
Quisiera escribir como los poetas más distinguidos palabras felices que describan lo que veo. La aproximación es terrible pero justa y verdadera. Porque la verdad guarda y esconde la palabra. Y la verdad es que veo muerte. Muerte en forma de madre que se va respiro tras respiro y yo solo puedo aliviar su dolor con una pastilla. Se va como nos iremos todos, de manera inevitable, de verdad. Muerte súbita del amor para siempre. Muerte de aquel amor que se parece al hogar y es tierno a la mañana. Muerte de las cosas que tuve: una bicicleta, una moto, una caja de lápices. Y qué hago con la muerte que se te pega de la noche a la mañana y me recuerda forzoso camino al infinito, me preguntas. La hago palabra. Le pongo cara, ojos, labios y orejas, la hago persona como si fuera Dios y la invito a mi casa. Le pregunto del futuro y me responde con silencio. Le pregunto del amor y baja la cabeza. Le pregunto sobre la verdad y esconde los ojos. Ella sabe lo que nosotros desconocemos pero no tiene razón de cantar la verdad. Prefiere que descubramos por sí mismos la verdad. Porque la verdad aturde. Pero tampoco somos capaces de conocerla. Por eso se fuga entre las palabras y prefiere cerrar los ojos y esperar que el tiempo pase. Porque el tiempo es la verdad que desconocemos. Estamos parados frente al reloj de la vida y somos testigos de cómo pierde color aquella remera que te regalaron para Navidad y solías usar todos los veranos como si con ella fueras más bello. Estamos parados frente al corazón de quien amas y no sabes quién es. Permaneces ciego y preguntas por la verdad. Encima tienes cara para preguntar por la verdad. La verdad ya se fue, la muerte la escondió y el amor escapó.
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